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Es real y es peor que el virus del Ébola

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Una fotografía recorrió el mundo hace poco más de 20 años. El sudafricano Kevin Carter, fotógrafo de profesión, nos sorprendía con la imagen de un niño sudanés famélico vigilado de cerca por un buitre durante una de las tantas hambrunas que han azotado a ese país. Algunos llegaron a tildarla de sensacionalismo para abordar los problemas africanos en un intento por minimizar la realidad.

A nivel mundial, casi uno de cada cuatro niños menores de 5 años de edad (165 millones, o el 26%) sufre desnutrición crónica. La desnutrición crónica, o baja estatura para la edad, se asocia con un anormal desarrollo del cerebro, lo que es probable que tenga consecuencias negativas en la vida de un niño a largo plazo.
En la edad escolar significa tener un menor rendimiento en el aprendizaje y también menor rendimiento laboral, si sobrevive. Un niño con desnutrición entra en la edad adulta con una mayor propensión a tener sobrepeso y a desarrollar enfermedades crónicas, afirman los especialistas.
Tres cuartas partes de los niños con desnutrición crónica en el mundo se encuentran en África subsahariana o África negra, como también se le llama. Otro dato es que casi la mitad de los niños desnutridos tienen menos de 5 años. Es conocido que también las madres desnutridas tienen alta probabilidad de dar a luz bebés con bajo peso al nacer y por ello es elevada la cifra de estos fallecidos.
La hambruna en algunos países del África negra es real. Y ella es debido fundamentalmente a la mala distribución de las riquezas en el mundo. Si se pudiera mejorar el nivel de ingresos de la población rural podría mitigarse la pobreza y, por consiguiente, el hambre.
En África, el hambre sigue siendo causa importante de muerte también entre adultos y resulta más letal que el sida, la tuberculosis y la malaria juntos. Por ejemplo, unas 258.000 personas murieron durante la hambruna que sufrió Somalia entre octubre de 2010 y abril de 2012, según un estudio publicado por la ONU. Sin embargo, las preocupaciones de los países de Occidente se centran en el adiestramiento de militares locales y la persecución a los piratas en el Cuerno de África.
Dos décadas han transcurrido desde que la hiperrealista foto de la pareja bebé-buitre fuera publicada, mas las condiciones que en ella se muestran siguen prácticamente iguales.
En estos días en que la epidemia del Ébola ocupa las primeras planas de diarios, noticieros y sitios web, el tema del hambre en África ha pasado a un segundo plano, o tal vez a un tercero. No es preocupante. El hambre no “camina” ni se trasmite por el sudor o los fluidos. El hambre no toca a la puerta de Wall Street ni de las mansiones de los poderosos. Los ricos no tienen que preocuparse por ello. Si acaso echan alguna limosna en el canasto de la iglesia dominical para los que no han comido, o hacen donaciones caritativas con el doble objetivo de bajar los impuestos y mejorar las relaciones públicas. Los ricos están vacunados contra el hambre.