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Alexis Tsipras ha recorrido un largo camino desde sus inicios como joven activista comunista hasta su victoria de ayer en las elecciones legislativas griegas. A sus 40 años, se convertirá en el primer ministro griego más joven en siglo y medio y en la esperanza de una izquierda europea antiliberal.

Aunque no pertenece a una dinastía política –algo usual en Grecia–, el líder de Syriza fue un prematuro militante. El país lo descubrió como representante de un movimiento estudiantil en un estudio de televisión, en 1990, cuando, aún adolescente, señaló con la misma seguridad con la que se mostró ayer: “Queremos tener el derecho a decidir cuándo vamos a clase”.
Desde entonces, el “bolchevique griego”, como se lo conoce en la arena política, ha conservado un rostro juvenil, su admiración por el Che Guevara –a uno de sus hijos lo llamó Orfeo Ernesto–, y culminó sus estudios en la Escuela Politécnica de Atenas, donde obtuvo un diploma de ingeniero civil.
Nacido apenas unos días después de la caída de la dictadura, Tsipras debutó en política en el seno de las Juventudes Comunistas Griegas (KKE), a fines de los años ’80. Una década más tarde, ganó los primeros galones en la rebelión de los liceos, cuando se enfrentó a una reforma de liberalización del sistema educativo, que tuvo lugar a principios de los ’90. Tras abandonar la juventud comunista, Tsipras se afilió a Synaspismos, un pequeño partido eurocomunista y altermundialista. A los 33 años fue elegido presidente de ese partido, fuerza que en 2008 se transformó en una coalición de varias organizaciones bajo el nombre de Syriza, que se distingue de los comunistas por su posición favorable a Europa.
En las elecciones de 2009, Syriza obtuvo el 4,6 por ciento de los votos, muy por debajo de lo esperado, debido, según los analistas, al apoyo que aportó a los disturbios urbanos que sacudieron Grecia tras la muerte de un joven baleado por la policía. No obstante, Tsipras se alzó con un escaño en el Parlamento. Con un 16,78 por ciento de los sufragios, la formación de izquierda multiplicó por cuatro su votación en las elecciones de 2009 e hizo volar en pedazos el bipartidismo que dominaba el país desde la caída del régimen de los coroneles, en julio de 1974.
Fue la eclosión de la crisis de la deuda en 2010 y los años de cataclismo económico que siguieron los que dieron una creciente audiencia a la formación de izquierda y a su líder, que denunciaron la crisis que atravesaba el pueblo heleno, causada por las medidas de austeridad impuestas por la troika formada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
En los comicios legislativos de 2012, Syriza fue impulsada como segunda fuerza del país y principal partido de la oposición. Es que Tsipras construyó el éxito de su partido en base al rechazo a las medidas bárbaras del memorándum de acuerdo entre Atenas y sus interlocutores internacionales, que condiciona la concesión de préstamos de ayuda al país a la implementación de un drástico programa de ajuste y reformas estructurales, lineamientos impuestos por la troika.
Ahora, a las puertas del poder, Tsipras cuida su imagen internacional. Gracias a sus notables progresos en inglés, multiplicó los viajes al extranjero, entre ellos le hizo una visita al presidente del BCE, Mario Draghi, al ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble –defensor a ultranza de la disciplina presupuestaria–, y al papa Francisco.