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Decenas de personas han llamado a la asociación para someterse a pruebas de ADN. No fue fácil, a lo largo de 36 años, recuperar la identidad de 114 niños secuestrados. Y no será fácil dar con los otros 400 que las Abuelas de Plaza de Mayo aseguran que aún quedan por recuperar.

El nieto de la presidenta de la Asociación, Estela de Carlotto, decidió presentarse en julio en la sede porteña de Abuelas y someterse a las pruebas de ADN. No era nada cómodo el camino, por más que todo el mundo sepa en qué calle se encuentra esa oficina. No es fácil acostarse todos los lunes a lo largo de 36 años como Ignacio Hurban –Pacho para los amigos– hijo del peón rural Clemente Hurban y su esposa Juana… Y levantarte un miércoles (6 de agosto), con el nombre de Guido Montoya Carlotto, hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya, dos guerrilleros de Montoneros secuestrados y asesinados durante la dictadura militar (1976-1983).

Pero la noticia del hallazgo ha servido como el mejor reclamo publicitario para reavivar la búsqueda entre esas mujeres que ya han pasado de los 70 años en su mayoría. La tenacidad y la fe en la búsqueda han conmocionado al país. Hasta el ministro de Economía, Axel Kicillof, rompió a llorar al final de una entrevista, cuando quiso hacer una breve mención a Estela de Carlotto.

Estela de Carlotto y su nieto se reencontraron en un encuentro íntimo celebrado en la ciudad bonaerense de La Plata.

Las Abuelas recibieron  en la sede de la asociación en Buenos Aires decenas de llamadas de personas interesadas en practicarse las pruebas del ADN. Esos análisis aportan cañones de luz sobre uno de los capítulos más negros de la historia argentina: el robo sistemático de bebés a las madres que se encontraban presas en centros clandestinos de detención y tortura.

El goteo de hallazgos suele ser lento pero incesante. En julio de 2012 había 105 nietos recuperados. Por tanto, en dos años encontraron a nueve. Siempre que se anuncia la localización de uno arrecian las llamadas. Pero los que han vivido este tipo de situaciones saben que una cosa es llamar y otra es dar el paso definitivo.

Estela de Carlotto explicaba las razones que pueden llevar a muchos nietos a no acudir a la sede: «Hay chicos que no vienen porque tienen cariño y como una especie de deuda por quienes los criaron; porque ellos les pasan esa sensación de ‘cómo ahora me vas a denunciar, si yo te crié y yo te di de comer…’ Como si fuera que les hicieron un favor, cuando tenían que haberlos dejado criar con su familia, que nunca los abandonó. Y los chicos, por reciprocidad, dicen que no vienen porque no quieren que lleven a la cárcel a quienes los robaron. Y se acercan a veces cuando ellos mueren. Y a veces es un poco tarde, porque el abuelo real, la abuela real, se mueren también».

De Carlotto cree que a esos nietos no les tiene que unir hacia sus padres adoptivos ningún tipo de agradecimiento. Y tampoco el odio. «Por suerte, ninguno de nuestros nietos es vengativo», señaló. La presidenta dejó claro que ellos tienen derecho a saber quiénes son y de dónde vienen. «Porque si no, es el anonimato; y del anonimato se pasa a la prole y sus hijitos van a ser también sin identidad». Aclaró que las Abuelas no son quienes deciden si se juzga a los padres adoptivos. «Abuelas los encuentra, la justicia actúa. ¿Y nosotros podemos decir ‘perdónenlos’, si se nos ocurriera esa locura? Nos dirían: ‘de ninguna manera, ¿cómo los vamos a perdonar?’ Es la justicia la que tiene que decir el delito y la pena que merecen».

De Carlotto aprovechó la enorme trascendencia de la noticia para animar a otras personas a acudir en busca de su identidad: «Que tengan el ánimo de saber que les espera la libertad y el amor. Nadie les va a decir que no quieran a nadie, que vivan en un lugar o que no hagan tal cosa. Los vamos a hacer libres. Libres y ellos mismos, con su propia identidad».

La Asociación criticó a través de ese comunicado a la juez encargada de certificar la identidad del nieto, María Servini de Cubría, porque se creía que había sido ella quien revelara a los medios el nombre de Ignacio Hurban, con lo cual el nieto se vio involuntariamente arrojado a la fama sin ni siquiera haber podido anunciar a sus familiares de adopción y amigos íntimos el resultado de las pruebas de ADN:   “En este sentido, las Abuelas hacemos un llamado a los medios, a la sociedad en general, y a la justicia en particular, a respetar la intimidad de Guido y sus allegados, para que nuestro nieto pueda encarar el proceso de restitución de identidad con sus tiempos y acorde a sus posibilidades, como se ha hecho con todos los nietos encontrados durante estos 37 años de búsqueda”.

“Desde que se conoció la noticia, circuló información de forma indiscriminada, que desde la institución nunca hubiésemos dado a conocer, ya que la intimidad de los nietos es siempre nuestra prioridad. Lamentamos que muchos de los datos hayan sido brindados por el mismo Tribunal Federal N° 1, encabezado por María Romilda Servini de Cubría, la magistrada que pocas horas antes había dado la noticia de la restitución a Estela de Carlotto”.

“Reiteramos nuestro afán por preservar la intimidad de cada uno de los hombres y mujeres que se acercan a conocer su verdad. En este sentido también esperamos que la justicia se adecue a la situación y se priorice el fortalecimiento de los vínculos familiares que el terrorismo de Estado intentó destruir, postergando por el momento todo tipo de convocatoria a Guido, como se ha hecho en otros casos”.

Ahora, al nieto de Estela de Carlotto, le queda un largo camino hasta recomponer junto a su abuela el rompecabezas de su secuestro. Quedan muchas preguntas en el aire. ¿Cómo llegó el bebé a la localidad donde iba a criarse, en Olavarría, a 308 kilómetros al sur de Buenos Aires? ¿Quién se lo dejó allí a sus padres adoptivos y qué explicación les dio?

Estela de Carlotto no desestima que «Todo eso hay que investigarlo porque está todo en incógnita». Sobre la persona que llevó a su nieto a Olavarría: «Alguien lo llevó a Olavarría cuando se lo quitan de los brazos a Laura, una persona que tiene nombre y apellido pero que ya no vive. Eso va a estar en manos de la Justicia». De Carlotto explicó que esa persona ya fallecida le entregó el bebé al propietario de los campos donde trabajaba Clemente Hurban como peón. «Pero vaya a saber lo que le dijo a esta gente», comentó De Carlotto.

Respecto a los padres adoptivos, a quienes las Abuelas suelen denominar «apropiadores», De Carlotto explicó: «Lo deben haber criado en el campo, a lo mejor gente que ignoró totalmente [el origen del bebé] porque eran peones, gente muy buena. Porque si él es bueno y está bien, es por algo».

La historia de Guido Montoya Carlotto acaba de comenzar. Y la de Ignacio Hurban no ha terminado. Ese es el drama de los nietos recuperados.