Las virtudes de José Martí en un diplomático sueco

diplosuecoEra llamado «El Clavel Negro» por los miembros de la resistencia noruega y recibió una de las distinciones más importantes de Noruega después de la segunda guerra mundial. Era un aristócrata, siempre impecablemente vestido, amable y valiente. «Noblesse obligue» (la nobleza obliga);  él lo sabía y creía.

Nacido hace cien años (1913) Harald Edelstam  era noble y de la clase alta e hizo una carrera diplomática acorde a su posición, pero tomó pronto partido por los necesitados y los no privilegiados.
No se sabe a ciencia cierta si Harald Edelstam había leído a Martí, pero su actitud y su accionar están impregnados de las mismas ideas. Ambos respetaban la vida, el amor, a sus semejantes y ponían el bienestar de éstos por encima del propio. Edelstam pensaba como Martí que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber. Por eso participó de la resistencia y el levantamiento en Indonesia, Alemania, Noruega, Polonia, Guatemala y Chile, donde salvó la vida de miles de latinoamericanos.
Una muestra de los peligros que enfrentó Edelstam fue en una de sus primeras misiones diplomáticas en la Roma de Mussolini. El siguiente puesto fue como cónsul en Berlín en 1941. Allí supo de los campos de concentración.
En una reunión en el «Publicistklubb» (organización sueca que defiende la libertad de prensa, fundada en 1874)  en febrero de 1974, Edelstam contó sobre su tiempo en Berlín:
«… en una legación que era tibiamente antinazi. Largas colas de judíos pedían ayuda para evadir los campos de concentración, pero Suecia no hizo nada. Yo me sentí alterado por esto. Decenas de miles de judíos eran llevados a los campos de concentración. La legación en Berlín era consciente de la existencia de esas instalaciones de exterminio humano. Había también documentos que confirmaban estos hechos en el archivo del Departamento de Relaciones Exteriores, y que fueron eliminados después de la guerra.» «Muchos judíos venían a la legación y solicitaban una protección que nosotros no podíamos darles. Entonces yo intenté esconderlos algunos días en mi vivienda. Pero era extremadamente riesgoso. La Gestapo estaba en todos lados».
Mientras participaba en la tarea  de mantener los vínculos de la neutral Suecia con la gran potencia Alemania, Edelstam estableció contactos con la resistencia al régimen fascista. Se hizo amigo personal de Helmuth von Moltke, uno de los líderes del llamado Grupo Kreisau. Este fue el grupo que realizó el intento de atentado contra Hitler en julio de 1944, cuando se colocó una bomba bajo su mesa de reuniones.
De Berlín fue trasladado a Noruega, que desde 1941 estaba ocupada por los alemanes. Mientras mantenía las relaciones diplomáticas oficiales con los nazis para dar una apariencia de cooperación, tenía una estrecha cooperación con la Resistencia. Los nazis se sentían halagados porque él los invitaba a fiestas en su casa pero no sabían que los hombres de la resistencia noruega se escondían en la casa de huéspedes.
Por la noche los llevaba en su auto hasta la frontera sueca o los conectaba con la red de mensajeros y guías que se encargaban de un extenso tráfico de refugiados. De esta manera salvó a miles de noruegos. Algunos eran judíos noruegos que hubieran sido llevados a los campos de concentración.
Su más famosa hazaña fue durante su misión diplomática en Oslo, donde salvó de la Gestapo a un grupo de estudiantes. Ellos se habían refugiado en la iglesia sueca que estaba rodeada de soldados de la SS. Logró obtener pase libre para los ancianos y los niños. Cuando los soldados irrumpieron en la iglesia no había nadie a quien arrestar. Edelstam había disfrazado a los estudiantes de endebles ancianos.
Fue también durante este período en Noruega que Edelstam fue honrado con el nombre «Clavel negro» en alusión al héroe de la novela «El Clavel Rojo», que  salvaba de la horca a aristócratas condenados a muerte cuando la revolución francesa había degenerado en terror. Y para mejor, la novela estaba inspirada en el intento del sueco Axel von Fersen de ayudar a la familia real francesa con Marie Antoniette a escapar a Inglaterra para no ser ejecutados.
Los métodos de trabajo de Edelstam eran mal vistos por el Departamento de Relaciones Exteriores en Estocolmo. Allí no tenía ningún amigo. Incluso era maltratado por sus colegas.
Pero su carácter se revela en estas palabras: «Hay momentos donde lo que se necesitan son acciones, no discusiones», pronuncia Harald Edelstam, «en los que hay que dejarse llevar por la solidaridad y el sentimiento humanitario»
A su llegada a Suecia desde Oslo fue destituido y puesto en un cuchitril a corregir los gastos de viaje de los demás. Un año después sus influyentes amigos noruegos le dieron las gracias y lo premiaron con la prestigiosa Orden S:t Olav. Esto ayudó a que fuera reivindicado y pasara a ser el secretario privado del ministro de Relaciones Exteriores Östen Undén.
En los años 60 fue enviado a Guatemala. En ese país se llevó a cabo el primer experimento de erradicación de la guerrilla de izquierda en Latinoamé-rica. Edelstam lo entendió y eso lo preparó  para lo que iba a seguir en Chile y otros países del área,  «patio trasero» de los Estados Unidos.  
Axel Edelstam, hermano menor y también diplomático, ha contado que «Harald buscaba a los opositores e intentaba ser un apoyo para aquellos que luchaban contra el régimen. Pero al mismo tiempo, mantenía buenas relaciones con el régimen. La mayoría de las personas se sienten muy halagadas de ser invitadas a una embajada. De esa forma aplicó la misma estrategia que ya había desarrollado en Oslo: tenía buenos contactos con el régimen mientras trabajaba por la oposición».
Pepe Viñoles, periodista uruguayo rescatado por Edelstam, contó en una conversación privada en 2012, que Harald tenía una imagen muy clara sobre Latinoamérica. En Guatemala había conocido al líder guerrillero César Montes con el que mantuvo una relación cercana así como también la tuvo con el movimiento de resistencia contra la dictadura proamericana. No quiere decir que él no fuera crítico contra algunos métodos violentos de la guerrilla. Se alteró mucho cuando la guerrilla secuestró al embajador alemán y luego lo asesinó.
A Chile fue enviado como embajador en 1972. Pudo seguir cómo el país fue desestabilizado, saboteado y cómo un régimen elegido democráticamente fue derribado el 11 de septiembre de 1973.
Los golpistas liderados por Pinochet pusieron en marcha una persecución sistemática contra todos los que hubieran estado relacionados con el presidente Salvador Allende y hubieran intentado construir una sociedad nueva, democrática e igualitaria. Ese era su crimen a los ojos de los militares fascistas.
Pero Edelstam explicaba: «Aquellos a los que ellos (los fascistas) llaman terroristas yo los veo como luchadores por la libertad». Gracias a su educación militar en su juventud pudo enfrentar a la junta militar chilena. Él sabía cómo comportarse con soldados comunes, y ese conocimiento pudo ponerlo en práctica durante las semanas siguientes bajo el imperio del terror de Pinochet.
Después del golpe la junta de Pinochet rompió relaciones diplomáticas con Cuba y la embajada cubana fue rodeada por militares que se disponían a irrumpir en ella. La embajada sueca quedaba a solamente un par de cuadras y Edelstam decidió junto con el primer secretario, ir hasta allá e izar allí la bandera sueca. De esta forma pudieron salvar a los cubanos y obtuvieron también espacio para más refugiados que buscaban protección. De una forma extremadamente dramática logró escoltar a los cubanos fuera de Chile.
Por supuesto a Edelstam lo movía el amor humano y la compasión pero también había una clara conciencia política en sus acciones de salvataje. Priorizaba a las figuras políticas más destacadas no solamente porque fueran los más amenazados o expuestos.
Se dio cuenta de que la junta militar «desea volver a instalar un estado capitalista con instituciones cooperativas (fascistas) del modelo español-portugués (Franco y Salazar). En la oficina de Edelstam había un cuadro de Allende y otro de Fidel. Este último había advertido a Allende de no confiar en la lealtad de los militares y le había regalado un rifle. Edelstam opinaba que Allende debió haber armado al pueblo en lugar de pedirles que entregaran las armas.
Los prisioneros del régimen eran arriados al Estadio Nacional en donde eran sometidos a brutales interro-gatorios, torturas y castigos. Edelstam iba hacia allí a diario en su Mercedes negro, y su impecable traje negro. Su imagen elegante impresionaba a madres, padres, niños y hermanos que le rogaban que les diera información sobre sus familiares.  Él logró sacar a muchos con vida del Estadio Nacional en Chile. En una oportunidad organizó un grupo de embajadores para salvar a cuarenta uruguayos de ser ejecutados. Lo lograron, pero el oficial que fue engañado a aceptar la liberación fue fusilado al día siguiente.
El corresponsal del Dagens Nyheter Bobbi Sourander, que estaba en el lugar durante los fatales días y que incluso estuvo arrestado durante varios días, escribió: «La junta militar de Chile va a cambiar a Latinoamérica con su golpe y quizás toda la historia del tercer mundo. Pero por ahora y antes de que se sepa con más exactitud qué es lo que ha pasado en el país es su mayor y más asombrosa hazaña, una sola: En dos semanas los militares exterminaron en una astuta maniobra, el deseo, la voluntad y la esperanza de la mitad de su población. En la tercera semana tienen a todo su pueblo domado para obedecer. El método es el terror de las armas. Si pudo suceder en Chile, entonces puede suceder en cualquier parte».
En otro incidente, casi increíble,  Edelstam logró convencer a un comandante que permitiera que una mujer herida y requerida fuera llevada a un hospital para una operación de emergencia. De todos modos ella fue arrestada en el hospital. Entonces Edelstam irrumpió en el lugar e impidió junto con otros colegas que la mujer fuera llevada de allí. Se agarraron todos a la cama. Esto llevó a una pelea con los soldados. Y recién cuando un capitán salvaje le puso una pistola en la cabeza a Edelstam dispuesto a tirar, soltó la cama del hospital. Al día siguiente la junta  lo declaró persona no deseada.
Estos hechos pueden verse dramatizados en el film «El Clavel Negro» de los cineastas suecos Åsa Faringer y Ulf Hultberg.
Algo parecido le había sucedido a José Martí en Venezuela, en donde publicaba un diario. Un artículo no le gustó al presidente pero Martí se negó a retirarlo y entonces fue obligado a dejar el país. José Martí también fue diplomático en algunas  oportunidades y representó a Argentina y a Uruguay en Estados Unidos. Él fue tempranamente consciente de las intenciones expansionistas de la norteña nación y advirtió a sus compatriotas que no confiaran en las  supuestas «buenas intenciones» del gobierno de  Washington como aliado contra la potencia colonial de España.
Según un artículo del Svenska Dagbladet del 17 de marzo de este año «llegó… como una liberación (para el Ministerio de Relaciones Exteriores) que Edelstam fuera declarado persona non grata y fuera echado por el gobierno militar chileno». Cuando su avión aterrizó en Estocolmo, Edelstam fue recibido como un héroe pero más por parte de los chilenos que por parte de sus propios compatriotas. Él no se arrepintió de haber violado convenciones y reglamentos. «Si la vida está en peligro y tú puedes hacer algo para ayudar  nunca debes esconderte detrás de tu status de diplomático», dijo en una oportunidad. No había solamente protegido a personas perseguidas sino que continuó denunciando y criticando al régimen de Pinochet.  Incluso realizó una gira por organizaciones universitarias y de derechos humanos en EE.UU. contando sobre sus experiencias.
Esto en realidad no estaba incluido entre las tareas de un embajador, pero gracias al apoyo del Primer Ministro Olof Palme pudo continuar. Lisbeth Palme da testimonio  de cómo Edelstam repetidas veces llamaba a la casa de la pareja y hablaba con su marido para obtener su aprobación, y la simpatía de Palme por Edelstam se ve incluso en un film realizado recientemente que se vio en SVT (televisión sueca).  Pero también recientemente, y gracias Wikileaks, se ha sabido que la embajada de EE.UU. en Estocolmo había recibido la seguridad de sus fuentes en Suecia, de que Edelstam no se iba a referir a la ayuda activa prestada por EE.UU. en el golpe fascista.
Los informes de Edelstam en la prensa sueca e internacional hicieron que la atención mundial se dirigiera hacia los crímenes del régimen de Pinochet contra los derechos humanos. De otra manera, quizás la brutalidad militar hubiera sido todavía peor.
Isabel Allende, escritora y familiar del depuesto presidente, ha contado que ellos, después de que su familia escapara de Chile, mantuvieron estrecho contacto, ya que él continuó con actividades de solidaridad y denuncias de los abusos del régimen fascista. Ella recuerda cómo Edelstam había marchado al frente de la procesión funeraria por el poeta Pablo Neruda unos días después del golpe. Los militares bordeaban el camino y apuntaban a los que pasaban con armas listas para disparar. De todos modos los que participaban de la procesión corearon el nombre del poeta y entonaron la Internacional.
Después del regreso a casa, Edelstam continuó con el trabajo de solidaridad. Se comprometió con el Comité por Chile y con Amnesty. En una oportunidad estuvo en un programa en California en donde actuó Joan Baez. Ella le preguntó por qué él estaba tan compenetrado con la causa de Chile y en las memorias de ella se puede leer la respuesta:  «Es simple. Yo nunca pude tolerar la injusticia.»
Edelstam murió en 1989, algunos meses antes de que el dictador chileno Pinochet perdiera la única elección popular que se realizó durante su tiempo de gobierno que duró dieciséis años.
Sin duda el 11 de septiembre ha terminado relacionado con la caída del World Trade Center de Nueva York, lo que después fue utilizado para justificar la guerra contra Afganistán y la persecución de los llamados terroristas en todo el mundo. Pero fue el gobierno de EE.UU. el que manejó las riendes el 11 de septiembre de 1973 en Chile. Durante el terror que sobrevino miles de chilenos fueron masacrados y desaparecidos. Esto, con la ayuda de los obedientes medios de difusión, ha sido erradicado de la conciencia colectiva. Pero nosotros somos algunos de los que queremos recordar lo que sucedió hace 40 años, en 1973 en Chile, y prevenir nuevas catástrofes fascistas.
Aquí en Suecia no hemos logrado respuesta para un reconocimiento oficial. Pero por otra parte,  sí la hemos recibido en Cuba. Allí, la Organización de Solidaridad para los Pueblos de Africa, Asia y América Latina, OSPAAAL trabajando en conjunto con la Asociación Sueco-Cubana y Latinamerikagrupperna, quieren levantar un monumento en «La Casa Memorial Salvador Allende» de La Habana. Se inauguraría en el día en que se cumplen los 40 años del Golpe militar en  Chile. Allí se podrá también mantener una serie de conferencias y seminarios y discutir cómo nos vamos a defender de lo que José Martí llamara «el monstruo».
El material de este artículo fue en gran medida sacado del libro «El Clavel Negro» de 2007 de Mats Fors.
 Gábor Tiroler coordina la red Medicinare för Kuba (Médicos por Cuba). Junto con Ulf Hultberg ha tomado la iniciativa de realizar una colecta de fondos para el monumento en La Habana.
Gabor Tiroler

Más información en: http://latinamerikagrupperna.se/edelstamprojektet
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